viernes, 17 de septiembre de 2010

Tormenta de obscenidades

Varias personas, como Viky, Alberto, Igor, Carmen, y algunas pocas más, han preguntado sobre  la desaparición de esta "entrada" del blog. Ante esos pocos lectores, me disculpo. Escribí el texto "desaparecido" en la noche del jueves al viernes, cuando caía sobre Madrid una fuerte tormenta. A la mañana siguiente,  me arrepentí de su publicación porque, al leerlo de nuevo, me pareció  demasiado personal.

Finalmente, me decido a dejarlo como estaba, aunque pienso que tal vez no sea mala idea hacer uno de esos "blogs" privados, en los que sólo se entra por invitación, como en los peores garitos o en los cumpleaños de nuestros hijos.
Primera obscenidad

Este blog sólo dispone de una lectora. Se trata de Viky Frías.  No tengo el gusto de conocerla, ni sé apenas nada sobre ella. Creo que es, o fue, amiga de una mujer a la que quiero y admiro con una contumacia que a mi mismo me sorprende.
Así las cosas, la bitácora de este loro falso va tomando esa pátina de obscenidad que tienen las correspondencias privadas cuando se hacen públicas.
Y eso me gusta. Yo siempre se sido un loro obsceno. La obscenidad es mostrar lo que  debe estar oculto.  De toda la vida, me ha interesado lo oculto, lo escondido.

Un ejemplo: esta noche me ha despertado una violenta tormenta. Estaba lloviendo a mares sobre Madrid, y los relámpagos iluminaban la habitación como si nos estuvieran fotografiando con "flash". Nuestra perra se ha subido a la cama y nos ha mirado.  Si nosotros estamos tranquilos, ella está tranquila. Así que se ha hecho un hueco entre nosotros y ha seguido durmiendo.

Pero yo no. Yo me he venido al sofá del salón.  Sé que a un hermano mío le habrá despertado la misma tormenta, y puedo imaginar lo que ha pensado: "Mamá ya no está en su cuarto". Mi hermano, tan racional para otras cosas,  estará jodido esta noche de tormenta, imaginando cómo cae el  diluvio sobre la tumba de nuestra madre.  Esa pena suya me espanta el sueño.

Yo, en cambio, sentado frente al portátil, me sirvo una copa de rioja, cierro los ojos, y recuerdo las tormentas de mi infancia. Recuerdo que dormía abrazado a mi padre, sintiendo la irrepetible de felicidad de saberme protegido a su lado.  Pensaba en la fuerza del viento y de la lluvia recorriendo las calles, empapando la aldea, y cayendo sobre aquellos viejos trenes que recorrían España de noche. A veces, cuando el relámpago era muy luminoso, o el trueno hacía temblar los cristales de la ventana, mi padre me acariciaba el pelo y las mejillas. Si él estaba tranquilo, yo estaba tranquilo.

Supongo que mi hermano no podrá dormir esta noche. Yo tampoco. 
Contar esto, a los 50 y muchos años, es una obscenidad. Es, simplemente, contar las mismas cosas que les suceden a los demás, pero que los demás, por delicadeza y pudor, guardan para ellos mismos.
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Segunda obscenidad

Dice mi lectora - Viky Frías- que Barcelona es buena para emborracharse. Tiene razón. Barcelona es buena, incluso, para estar sobrio. Y no es sólo la ciudad. También es buena -bondadosa- la inmediata zona de El Maresme. Al menos, el Maresme que yo conocí hace 30 y pico de años, cuando unos de los primeros "locos" que se instalaron a vivir en Teiá fueron mis  añorados Lucho y Pepa.

Las dos semanas que, todos los años, pasábamos en Teiá fueron lo más parecido a la felicidad:  los chiquillos, el vino de Alella, las cenas frente al mar, las lecturas en el jardín, las interminables tertulias nocturnas.

Más de una vez lo hablé con Lucho. Nos gustaba la gente más joven que nosotros, gente con treinta, cuarenta años. Eran menos pretenciosos, menos dogmáticos y mucho menos sectarios de lo nosotros habíamos sido. Nos parecían más alegres, más inteligentes y, en muchos casos, mejor preparados que nosotros
Sin embargo, en ocasiones, nos decíamos: "Pero son raros: han bebido poco,  follan lo justo, y apenas salen de Europa".

(Cuando estábamos al otro lado del Atlántico, bebíamos cerveza, bourbon, o ron. En Barcelona, preferíamos la ginebra, el vino o el whisky . Manías.)

Un mañana de Nochebuena llamó Pepa: "Lo siento, Lucho ha muerto". Después fueron desapareciendo otros. Pronto lo haremos nosotros. (Seguramente habíamos bebido, follado y viajado más de lo conveniente). No es algo relevante, salvo en lo individual.

Cada quien tiene su vida. Ginebrita, tertulia y besos, restos de cigarrillo, y cenizas de lo amado.

Buen día.
S.





4 comentarios:

  1. ¿Estás seguro de que no hay más que una lectora? Lo desmienten los que reclaman la entrada desaparecida: al menos hay 4 lectores y unos pocos más.
    Creo que tú y yo nos conocemos bastante, Sulle, ¿o acaso hay algo más que conocer de alguien que las palabras? Y esas ya las venimos intercambiando en estos blogs.
    En cuanto a lo de contar las cosas, aunque resulte obsceno, está muy bien, así vamos sabiendo los demás –los que no sabemos contarlas- qué es lo que nos ocurre.
    Gracias, pues.

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  2. ¡Que es verdad! ¡Que esto no lo lee nadie! No conozco mucho el blogspot, pero he mirado lo de las estadísticas y, excluyendo las entradas desde los ordenadores de casa, apenas entran medio centenar de personas al día. El día que más, hubo ochenta visitantes.

    En Los Proscritos, sin embargo, sigue habiendo tropel de lectores. ¿Quién lo entiende?

    La verdad es que aquí no me importa la audiencia. Al contrario, me gusta esa sensación de hacer algo entre amigos, entre poca gente, entre la gente de casa.

    Yo creo que contar las cosas es un modo de hacerlas más nuestras. Pero no me hagas mucho caso.

    Muchas gracias. Y buenas noches.

    S.

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  3. ..., salvo en lo individual.

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  4. Mi madre solía decir; "la gente para la guerra", y como era una incomprendida entonces, no comprendida por mi, ¡claro! me quedaba siempre a verlas venir; sin embargo no he conocido en mi vida a nadie que amase tanto la compañía como ella. Bueno, puede que sí; a mis gatos. Muchas gracias maestro, muchas gracias Viky.

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