__ Estoy harta. Sólo veo una pared -dice.
__¿Te pido un televisor? Te lo traen en el momento.
__ No quiero ver la televisión.
__¿Y oír la radio?
__ No me interesa la radio.
Está muy enfadada. Tiene delante una sopa de fideos y un pescado a la plancha. Sólo se come el flan.
__¿No quieres nada más?
__ Otro flan.
Traen otro flan. Ella está más tranquila porque yo -el hijo agresivo, el de la voz recia-, ha recriminado, en su presencia, al personal sanitario por su presunta falta de atención
Se está haciendo tarde y comienza la despedida. La doy un beso. Incluso, creo que le hago una caricia desmañada.
En la calle, el calor de agosto es despiadado. En la acera de enfrente, hay un bar abierto. Dentro sólo está el camarero y un chiquillo que juega con una vieja máquina de "flipper"
__ ¿Me pone in gin-tonic?
El gin-tonic, tan frío, entra por la garganta como un alud de hielo, alcohol y burbujas. Miras el billete de AVE una vez más para comprobar la hora de salida del tren. El chiquillo ha terminado su partida y abandona el bar hacia el implacable calor de agosto.
S.
-oOo-
He aquí, en el siglo XXI, las últimas voluntades de un chiquillo –una partida en la máquina flipper-, de un adulto –un billete del AVE- o de una anciana –otro flan.
ResponderEliminarImplacable pasará el tiempo y con él irán cambiando esos objetos que se desean, por encima de todo, antes de morir.
Así es. Las pequeñas cosas. Los deseos simples. Todo eso que, de golpe, queda "inmortalizado" por la muerte.
ResponderEliminarMañana puede no estar el niño, la anciana, o el adulto. Y seguirán los flanes. Todo seguirá.
Impresiona esa inmutabilidad de las cosas, como el de una montaña, un río, un desierto.
Hay quien afirma que el tiempo pasa y nada cambia.
ResponderEliminarOtros murmuran que todo cambia muy deprisa.
Yo, inmutable, a nadie quito la razón.