lunes, 13 de septiembre de 2010

Barcelona con ginebra

Supongo que un loro falso no puede estar callado mucho tiempo sin que sea descubierta su impostura. Lo mismo sucede, digo yo, con las madres, los hijos, los amores o los amigos. No sé explicarlo: en el silencio de algunas ciudades - un silencio de autos, teléfonos, y camareros serviciales- hay incomprensibles representaciones de lo que mas temo y de lo que más deseo.

Precisamente por eso, este loro que subscribe pensaba escribir hoy sobre Barcelona.  Otra vez sobre Barcelona. Es decir:  ginebra y ceniza. Los amores  y los muertos. La hondura de aquellos besos con sabor a ginebra, y las cenizas de personas amadas largamente.

¡Cuántos nombres propios tiene  Barcelona!

¡Ni hablar! Dice la cabeza. Hoy no hablamos de Barcelona aunque mañana tengamos los ojos puestos allí.

Bien. Sigamos, entonces, con los recuerdos y semblanzas de mis vecinos de infania. Me pongo a ello. Pero la escritura se empina y seguir en ella es tan fatigosos como subir a pico una cumbre más alta de lo que habíamos pensado. Siempre hay recuerdos que se alborotan cuando se ven  en peligro de ser contados. No hay modo de seguir.

En vista del fracaso, he pensado que lo que, de verdad, me pedía el cuerpo era escribir sobre nuestro propio piso familiar: el comedor, la cocina, el pasillo. Al fin y al cabo, ese piso nos pertenece ahora a nosotros, los hijos. Ya podemos escribir con las manos libres.

Escribes un primer párrafo. Lo borras. Escribes, de golpe, varias páginas. Y las borras también de golpe. Te pones una ginebra con hielo; y, después, otra. Y vuelves a escribir. Hasta que lo borras todo.

Más ginebra. Y, entonces, recuerdas lo escrito por tu dulce amiga: "me fío más de tus verdades cuando huelen a ginebra". 
Supongo que ahí está la clave de tantas ciudades: alguna verdad, con cenizas y ginebra. 




Sulleiro

2 comentarios:

  1. Me recuerdas a Baudelaire:
    Para no sentir el horrible fardo del tiempo que rompe vuestra espalda y os doblega hacia la tierra hay que estar siempre borracho,
    de vino, de cenizas o de ginebra…
    Algunas ciudades, como Barcelona, son buenas para emborracharse.

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  2. Ha desaparecido la entrada posterior... ¿por dónde entrar, entonces?

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