miércoles, 5 de octubre de 2011

Alguien está pintando mi barrio


Avenida de la Reina Victoria
Grabado de Alicia Martín Agua fuerte, agua tinta


Todos los días bajaba, de chiquillo, por la Avenida de la Reina Victoria hacia el colegio. Y siempre me detenía para ver la casa que hace esquina con la calle de Ibáñez Ibero. No sé por qué. Me gustaba aquella casa. Me gustaba sobre todo al atardecer, cuando comenzaban a encenderse las luces tras las ventanas. Tal vez esas luces me hicieran sentir alguna tibieza que no había en mi propia casa. Ya digo que no lo sé.

He pasado mil veces más frente a ese edificio. Pasé cuando murió mi padre en el Hospital de la Cruz Roja. Cuando nació mi primer hijo en la clínica Nuestra Señora de Loreto, cuando murió mi madre en la Residencia de la calle del Valle. Miles de veces. Y siempre miro la casa, y se lo cuento una y otra vez a mi mujer.

Un día, mi mujer dibujó la casa, grabó y estampó la plancha en ese ese inmenso tórculo que ocupa medio piso. Podéis ver el grabado al principio de este texto. Es uno de los muchos regalos hermosos de mi compañera. No me explico aún cómo pudo ver ella esa casa exactamente como yo la veo. Por eso comprendo a la anónima vecina que antes de pintar las calles de su infancia tiene que escribirlas, porque, yo creo, que sólo existe lo que podemos contar.

El Loro (falso) de Falubert

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho lo que has escrito y me gusta mucho el grabado. Siento envidia. Yo quiero un amor así.

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  2. ¡Glup!

    Seguro que tienes un amor así. Gracias, anónimo.

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  3. Si solo existe lo que podemos contar, no sé si nuestros antepasados, los anteriores a Montaigne, tuvieron vida privada o si para los anteriores a Juan Ruiz existió la risa… (es una exageración, claro). Por eso, amigo Sulle, es importante que describas, y que lo hagas tan bien, todos esos acontecimientos próximos a tu biografía, que los saques de la nada y les des derecho a ser.

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