jueves, 13 de enero de 2011

El abrigo

Era un tipo muy soberbio. Vestía trajes oscuros con chaleco, y hablaba con una precisión que, a veces, rayaba en la crueldad.

Su psicoanalista tenía el despacho en la madrileña calle de Jorge Juan. Él llegaba a la consulta a las 4,30 todos los lunes, los martes y los jueves. Se tumbaba en el diván y permanecía en silencio los cincuenta minutos de la sesión. Así una sesión y otra. Los lunes, los martes, los jueves. Siempre a las 4.30.

De vez en cuando, la analista le preguntaba:

__ ¿Cómo sería en voz alta eso que siente ahora?

Pero él no abría la boca.

 __ Como usted prefiera - aceptaba su analista.

Pasados los cincuenta minutos de la consulta, el tipo se levantaba, pagaba y se despedía en la puerta con un seco “buenas tardes”. Así un día y otro durante varias semanas, hasta que una tarde de jueves no fue capaz de quitarse el abrigo. Un abrigo antiguo y muy usado

__ ¿De quién es ese abrigo que no puede usted quitarse?

Él no supo responder.

__ ¿Era de su padre tal vez?

Entonces, el hombre se tumbó en el diván y comenzó a hablar de aquella tarde de domingo en la que papá le llevó al cine por primera y última vez.

Sulle

2 comentarios:

  1. No creo que nos quitemos al padre de encima por mucho psicoanalista que paguemos. Ahí está calentándonos, venga a cuento o no, el abrigo de nuestro padre como segunda piel. Repetimos sus gestos, sus manías, la intensidad de sus cabreos, su vanidad, su debilidad, sus enfermedades, sus amores.
    Se podría reconocer en nosotros cada generación: los ilustrados, los brutos medievales, los primitivos cromañón… en realidad llevamos desde siempre el mismo abrigo, heredado de padres a hijos, el abrigo de nuestro padre Adán.

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  2. Viky acierta de lleno cuando escribe sobre el abrigo del padre como segunda piel.

    Así es. Da igual lo que pagues a tu psicoanalista. Siempre llevamos el abrigo del padre.

    Hay una frase -que he de buscarte- en la "Carta al padre", de Kafka, que viene a decir, más o menos: extendí el mapa y no encontré un sitio para mí, todo el espacio lo ocupabas tú.

    Gracias por los comentarios.

    Sulle.

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