domingo, 8 de agosto de 2010

Vienen los Palacios

No se escucha ni un ruido en la planta del hospital. La cabeza de mi madre está inmóvil sobre la almohada y apenas se oye el rumor de su respiración bajo la mascarilla de oxígeno. Dentro de un rato llegará mi hermano Javier a relevarme. Me asomo al ventanal y veo como el sol abrasa la urbanización vecina, construida entre desmontes y descampados.

Y, entonces, me acuerdo de los Palacios y de la botella de coñac Napoleón.

La botella de coñac Napoleón estuvo muchos años intacta en el aparador de casa. En ciertas ocasiones señaladas, como en Navidades, alguien habló de abrir aquella botella, pero mi madre siempre se opuso: había que guardarla por si acaso recibíamos la visita de los Palacios.

__¿Y si vienen los Palacios? -decía mamá-, ¿qué vamos a ofrecerles?

Pasaron quince o veinte años, pero los Palacios no vinieron jamás a casa. 

Dejo de mirar por el ventanal porque mi hermano Javier acaba de entrar en la habitación. Viene sudoroso y cansado. Me dan ganas de preguntarle si él sabe quién demonios eran los Palacios, pero mi madre se ha despertado al oír el ruido de la puerta, y, apartando la mascarilla de oxígeno, pregunta:

__ ¿Me traen ya la merienda?


S.

6 comentarios:

  1. Siempre hay Palacios, o bárbaros, que justifican una parada en los quehaceres habituales. “Hoy llegan los bárbaros” decía Cavafis, y ellos tampoco llegaron. Pero el pueblo se quedó en suspenso, como tu madre dejó sin abrir la botella de coñac.
    Es condición humana que dure más el miedo y la esperanza de los bárbaros que los bárbaros mismos.
    Por eso, lo mejor es merendar.

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  2. Mu buenas,

    Perdonen ustedes que me cuele en su casa, así, sin avisar, y en plena merienda, pero he oido decir que me estaban esperando desde hace algún tiempo. ¿Anda todavía por ahí esa botellita de coñac?... Tanta escalera da una sed tremenda.

    El Sr. Palacios (viudo por parte de esposa)

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  3. Quiero espresar mi deseo de que las cosas mejoren en los próximos tiempos. Un saludo.

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  4. Dice Viky que "Es condición humana que dure más el miedo y la esperanza de los bárbaros que los bárbaros mismos" Es verdad: cuántas y cuántas cosas hemos venido guardando para cuando viniera lo que tanto esperábamos. Así nos ha ido.

    Mil gracias por tus buenos deseos. Como decía el bueno de V.Montalbán: la vida es un historia que siempre acaba mal.

    Abazos auténticos de un loro falso.

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  5. De acuerdo, aprovechando que ha venido el señor Palacios -viudo por parte de esposa- contaremos el final de aquella botella de cognac.

    Fue la cosa que cuando la botella llevaba unos quince años en el aparador, en vez de los Palacios se presentó en casa mi primo Manolo, que trabajaba en Telefónica. Había que hacer unas reparaciones en la instalación del teléfono (aún me acuerdo: 348573) y mi primo lo dejo todo resuelto en un par de días. Cuando se fue, dejó el teléfono funcionando, y un cierto vacío en el aparador.

    Por cierto, ¿que tal si nos hacemos un riojita?

    S.

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  6. Pues a falta de coñá (¿dos días para reparar un teléfono?... joder con la Telefónica, por no decir con el Manolo), te diría, compadre, que no me parece mala idea lo del rioja, aunque mejor que hacérnoslo, nos lo compramos ya hecho, ¿no crees?, que no es por no pisar uva, qué delicia, pero es que igual se nos alarga un pelo la fiesta.

    Hablando de alargar, mi añorado amigo: digo yo que habrá que invitar también a alguna señora, qué sé yo, dos o tres de esas amigas comunes que todo lo alegran y alargan, a no ser que quieras, tampoco estaría mal, que dediquemos la velada a dar vida a la botella mano a mano mientras matamos unos cuantos recuerdos (será por recuerdos...).

    Tuyo para lo que dispongas,

    el loro sordo (por la oreja derecha) del Sr. Palacios

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