lunes, 27 de diciembre de 2010

Fijaos en lo grandes que parecen sus manos

Recordadle, os lo ruego. Recordad lo grandes que parecían sus manos. Hablo de mi padre. Recordad cómo se quitaba las gafas y las sostenía con dos dedos. ¿Veis como mordisqueaba una patilla de las gafas? Eso es que tenía dudas, que estaba pensando en lo que iba  a decir. Después, volvía a ponerse las gafas, levantaba la vista y comenzaba hablar.

Muy pronto, aprendí yo a imitar aquellos gestos suyos. Aprendí a quitarme las gafas -como él- cuando algo me alteraba. Y, con ello, a diluir el miedo, igual que una montaña se esconde tras la niebla.

Otras cosas también aprendí de él. Por ejemplo, a tomar en brazos a un bebé para dormirle, a sostener la cabeza de los borrachos, y, sobre todo, a besar y acariciar el rostro de los locos y el cuerpo de las mujeres. "Nadie sabe -solía decirnos- la fuerza que tiene una mano cuando sujeta a otra mano".

¿Habéis visto en el recuerdo qué grandes son unas manos cuando se quitan las gafas? ¿No os parece incomprensible que tengamos tantas cosas dentro y un solo cuerpo para decirlas?

El Loro (falso) de Flaubert

3 comentarios:

  1. Sí, parece mentira que tengamos tantas cosas dentro y que tan solo con tirar de un hilo puedan salir formas y colores tan diversos. ¿Cómo se metería todo eso allí? ¿De qué forma se convirtió el cuerpo en la cueva de Alí Babá? Las manos, especialmente, cuando se zambullen en un cuerpo suelen emerger llenas de tesoros.

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  2. Loro (falso): cada día me gustan más las cosas que escribes. No lo tomes a mal pero me gustaría sentir como acaricias el cuerpo de las mujeres.
    MR

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  3. No te voy a decir nada sobre mi amor por las 'manos que hablan' que no sepas. Tampoco de la comunicación no verbal que tú mismo has plasmado aquí con pinceladas magistrales.

    Sí compartiré que tengo un recuerdo de manos grandes. Siempre me he fijado en cómo los desenvuelven los caramelos las personas. El ruido en las manos inquietas de un niño o las dobleces posteriores -como si uno hiciera la cama- de las personas meticulosas. Sin embargo, el envoltorio cobraba vida humana en manos de mi abuelo adoptivo. No se deshacía de un papel... sino que parecía que desnudara a una mujer. Tan bello que el hecho de que después me diera el caramelo era lo de menos.

    Me ha gustado mucho este texto, hombre-bala :)

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