miércoles, 1 de diciembre de 2010

Doña Silvestre y un inocente Re menor

Había escrito yo que me daba miedo el Re menor, y responde doña Anónima Silvestre que:

"Pues sí señor Sulle. Tiene usted que afinar sus terrores, entre otras cosas porque es conveniente que nos aterrorizen (sic) cosas terrorificas de verdad, no algo tan inofensivo como un re menor. 
Y bueno, esto es una opiniónn mía personal que creo abrirá ampollas: Es que Proust es tan pastelazo... y tan serio... y ladrillo.."



Habrá usted disculparme, doña Silvestre, pero es que yo procedo de una familia muy humilde. Es verdad que los niños pudientes de mi barrio se aterrorizaban  con amenazas auténticamente temibles. En mi casa, no. Dada la pobreza de nuestra a condición, nosotros tuvimos que conformarnos con un miedo pequeño y económico, como el  re menor. 


Sé que algunas familias se permitían el lujo de tener un miedo para cada uno. Mis hermanos y yo, en cambio, utilizábamos un miedo para todos. Con los miedos sucedía como con las chaquetas: primero los usaba mi padre, y después iban pasando a mis hermanos mayores, hasta que me llegaban a mi, ya muy desgastados.


Lo mismo le digo sobre Proust. A mi familia le gustaba Proust por pura pobreza. En las casas buenas se leía a José María Pemán.
Suyo
El Sulle

2 comentarios:

  1. Ah, que en su barrio había familias pudientes... en el mío todos pobres. Ah, que eran humildes pero con libros de Proust, claro, lógicamente.

    Anónima Asilvestrada

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  2. ¡Qué malas sois las coristas!

    Con razón viajaban siempre en compañía de una madre.

    Le decía a usted lo de Pemán porque Pemán y Proust estaban casi juntos en la estantería del biblio-bus que, cada dos jueves, se instalaba en el barrio de Tetuán. Un barrio que, como todo el mundo sabe, era universalmente famoso por la cantidad de banqueros que residían en sus calles.

    Anónimo y simultáneamente suyo,

    S.

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