jueves, 1 de julio de 2010

¡La Hipotenusa!

A doña Nati, con toda mi devoción


Doña Nati era vicetiple. Es decir: trabajaba en zarzuelas, operetas y revistas. Cuando se instaló en nuestro edificio, alla por lo años 50, doña Natí estaba "separada " y vivía con un modesto actor de reparto, Narciso Ojeda, que hacía llamarse Ricardo Ojeda en los carteles.

Jamás hubo en la casa nadie con un carácter tan temible como el de doña Nati. Su ira y su combatividad no conoció frontera alguna. Una combatividad nunca limitada a su estremecedora capacidad verbal. No. Doña Nati, cuando se enfadaba, y lo hacía con inquietante frecuencia, repartía bofetadas con tanta energía como equidad.

Doña Nati volvía tarde del teatro y se acostaba casi al alba, de modo que nada enfurecía más a la viceptiple que la despertaran por la mañana.

Buen conocedor de sus costumbre, yo me dedicaba de niño a enviarle a su casa a todos los vendedores, cobradores, mendigos y equivocados que encontraba por la escalera.

__ No, nosotros no queremos miel, ni quesos, pero la señora del 6 D siempre compra -le decía yo a los incautos vendedores que, por entonces, ofrecía sus productos de puerta en puertea.

Un timbrazo. Un par de minutos de silencio y después... ¡la furia desatada! Aún recuerdo a un vendedor de poblado bigote y chaqueta de pana gruesa caído en medio de las escaleras, con todos los quesos rodando por el suelo y varios tarros de miel rotos.

En cierta ocasión, la asamblea de vecinos discutió algún asunto relacionado con una reparación de los tejados que doña Nati consideró lesiva para sus intereses. Su furia aumentaba ante cada argumento contrario, hasta que, próxima al paroxismo, gritó con todas sus fuerzas:

__ ¡Si ustedes deciden eso! ¡yo...! ¡yo....! ¡yo monto.....! ¡Monto.... ! ¡¡¡¡¡¡¡¡ Monto la hipotenusa !!!!!!!!!!

Doña Nati fue la única persona que le cruzó la cara al "Capitán", un militar fascista, provocador y borrachín. ¡Que dos bofetadas le dió un mediodía febrero en la puerta del ascensor!

__ Señora: dé gracias a que soy un caballero -dijo el Capitán con las dos mejillas rojas.

__ ¿Uste? Usted es una mierda -dijo doña Nati y se metió en el ascensor.

Pese a que doñas Nati estaba segura de que era yo quien enviaba a su puerta a todos los cobradores y vendedores sin rumbo que encontraba por la escalera, a mí siempre me trató con cierta amabilidad.

__ ¿Has ido alguna vez a la Zarzuela? -me preguntó un día.

__ No. No, señora.

Esa tarde nos regaló dos entradas para una función en el Teatro de la Zarzuela.

Iba a ser la primera vez que yo pisaba un teatro.

Y fue, sin duda, una de las noches más felices de mi infancia.

Imagináos: en vez de cenar un plato de acelgas sin rehogar bajo la bombilla de 25 watios de nuestra cocina, me encontré por la noche en un patio de butacas, inmerso en un mundo deslumbrante: música con orquesta, vestidos de colores, aromas de cientos de colonias...

Y, arriba, en el escenario, iluminada por los foco, estaba nada menos que doña Nati, vestida con una traje llamativo, muy maquillada y cantando junto a sus compañeras. ¡Aquella mujer que vivía en nuestro rellano! ¡La que arrojaba escaleras abajo a cobradores del gas y a los vendedores de queso de la Alcarria! ¡La que abofeteó al Capitán!

Muchas veces, cuando vuelvo al teatro, a la ópera o la zarzuela, me acuerdo de doña Nati y de aquella noche en la que me enamoré para siempre del teatro.

Pasó el tiempo, claro. Doña Natí envejeció y, muerto su compañero, nos dijo una tarde que se iba a vivir con una hija. No sabíamos que tuviera hijas.

Un par de años después, una nota pegada da sobre la puerta del ascensor pedía una oración por su alma y anunciaba la fecha y hora del funeral.

Sulle

1 comentario:

  1. Me siento en la piel de doña Nati!!! con hipotenusa y todo!!! qué bueno!!!; a mi casa venía un señor con un doble zurrón de tela que le colgaba por delante y por detrás, traía "rica miel de la alcarria" y queso; no sé cómo podía llevar todo eso colgando; mi madre no escatimaba nada para sus hijos... aunque no había un duro o me vistiera con la ropa de mis hermanos, y hasta en pantalón corto (de espuma azul) en invierno, y compraba siempre...la miel la echaba en un frasco con una paleta de madera; mi madre, la señora "Pepita" era también un poco doña Nati, leona donde las hubiera... no la hacía de menos ni la insultaba nadie.... y, como nos llamaran "cabezones" (porque teníamos una considerable "mitra") se liaba gorda; luego, era buena persona como ella sóla y daba comida a la gitana que venía todos los meses, con "bombo" cada 11 meses; decía: "Pero, Milagros, ¿otra vez?". Mi madre, que pesaba 90 kilos, estaba muy a menudo "en jarras", !menudos brazos tenía¡, pero amorosos

    ResponderEliminar