martes, 18 de enero de 2011

El lunes a las cuatro, como siempre


Para mi ex-profesor de poesía, que nunca comprendió nada. Ni tampoco comprenderá este texto -escrito hace veinte años- porque la malicia es la ceguera del alma, una enfermedad casi incurable en los varones. 

La psicoanalista llega a la consulta un cuarto de hora tarde, algo que no ha sucedido nunca en los años anteriores. El paciente piensa: "Me va a echar. He faltado a diez sesiones sin dar una explicación, sin haberla llamado por teléfono. Esta vez me echa".

Sentado en el borde del diván, el paciente firma un talón por el importe de las diez sesiones a las que no ha asistido y, después, se queda en silencio, a la espera de que la psicoanalista diga algo. Pero no lo hace. Él se tumba, y espera.

Bastante tiempo después, ella pregunta:

__ ¿Cómo sería en voz alta lo que está usted pensando?

__ No lo sé muy bien. Pienso en la deuda. Acabo de pagarle a usted lo que le debo. Pueden echarme de donde me pagan. Pero usted es la única que puede echarme de donde pago.

Nada más terminar la frase, el paciente comprende que acababa de entregarse, inerme, al implacable oído  de su analista. Intentó ganar tiempo. Contó un sueño para distraer la mirada fija de ella, que seguía implacable cada uno de sus gestos. El paciente intenta ganar tiempo:

__ Tal vez estas diez sesiones que he faltado sean mi huida de usted.  O la huida de mi dependencia de usted. 

__ Puede que no huya usted de mí, ni siquiera de su dependencia. Dígame: ¿De qué huye cuando piensa en mí?

__ De la deuda.

Entonces la cabeza pierde los frenos. Todo se mezcla en un discurso atropellado, irreprimible, abarrotado de lágrimas. ¡La deuda con el padre recién muerto! ¡la enorme, inabarcable, deuda con el Otro!, y , sobre todo, la deuda con los deseos desconocidos, los que ni siquiera tienen nombre.

__ ¿Cree que yo le voy a expulsar por su deuda? -pregunta la analista.

__ No sé lo que  piensa hacer usted.

__ Se nos ha terminado tiempo. Si le parece, nos vemos el lunes a las cuatro, como siempre.

Sulleiro

1 comentario:

  1. Pero qué morro, ¿ella nunca te pagó nada? No veo yo por qué tiene que circular el dar siempre en una misma dirección, siempre de los necesitados hacia los ricos, ya necesiten pan o escucha.
    Deberíamos aprender a poner la oreja y también la mano, pero es muy difícil cambiarse de clase.

    ResponderEliminar