martes, 30 de agosto de 2011

Bolero de agosto para sus manos

Miro sus manos una y otra vez. Son ágiles y delicadas, dedos alegres, uñas cortas. En cada movimiento, en cada vuelo de los dedos, uno aprende mirando esas manos, que no paran de contar historias.

Debe uno fijarse bien cómo tratan esas manos a los niños, a los hijos. Porque eso es lo que hubiéramos podido esperar para nosotros. La calidez de su palma en la mejilla, la gentileza del dorso en nuestra frente, la dulzura de los dedos en nuestros labios. Yo creo que es bueno amar con efectos retroactivos.

Lo primero, siempre son las manos; aún antes que su mirada. Sus manos nos anuncian lo qué hubiéramos sentido de haberse posado, alguna vez, en nuestra piel. Todo lo habrían obtenido: hasta el más oculto de nuestros miedos.

Sí. Es cierto. Hablaremos también de su mirada, de su voz, de su gesto. Pero yo siempre miro a la manos. Y me recreo en ellas, me engolfo en su moverse, en su representar, en su decir todo lo que sólo ellas dicen.

El Loro (falso) de Flaubert

1 comentario:

  1. De acuerdo contigo, creo que las manos son de lo más hu-mano que tenemos. Con ellas hablamos, reímos, lloramos o pensamos. Los afectos se pueden expresar también con la lengua, así lo hacen los perros, pero el intelecto, solo con la voz y las manos.

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